lunes, 5 de septiembre de 2011

La entrada

-Escucha. señor -dijo en voz baja Graógraman-: hay en Fantasia un lugar que conduce a todas partes y al que puede llegarse desde todas. Ese lugar se llama el Templo de las Mil Puertas. Nadie lo ha visto nunca por fuera, porque no tiene exterior. Su interior sin embargo, está formado por un laberinto de puertas. El que quiera conocerlo, tiene que atreverse a entrar. 
-¿Cómo es posible, si uno no puede acercarse por fuera? 
-Cada puerta -prosiguió el león-, cada puerta de Fantasia entera, hasta una puerta completamente corriente de establo o de cocina, incluso la puerta de un armario, puede ser, en un momento determinado, la puerta de entrada al Templo de las Mil Puertas. Si el momento pasa, la puerta vuelve a ser lo que era. Por eso nadie puede entrar una segunda vez por la misma puerta. Y ninguna de las mil puertas conduce otra vez al lugar de dónde se vino. No hay vuelta atrás. 
-Pero. cuando se está dentro. ¿se puede salir otra vez a alguna parte? 
-Sí -respondió el león-, pero no es tan fácil como en las casas corrientes. Porque a través del laberinto de las mil puertas sólo puede guiarte un deseo auténtico. Quien no lo tiene ha de vagar por el laberinto hasta que sabe lo que desea. Y a veces hace falta mucho tiempo para eso. 
-¿Y cómo se puede encontrar la puerta de entrada? 
-Hay que desearlo. 
Bastián meditó largo tiempo y dijo luego: 
-Es extraño que no se pueda desear simplemente lo que se quiere. ¿De dónde vienen realmente los deseos? ¿Y qué es eso, un deseo? 
Graógraman miró al muchacho con los ojos muy abiertos, pero no respondió.


La historia interminable - Michael Ende

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