Siguieron andando. El sendero continuaba, en efecto. En algunos tramos parecía muy ancho. aunque, a aquella luz movediza no se distinguía claramente; era más bien una sensación de espacio, la sensación de que los árboles retrocedían. Una o dos veces, Louis levantó la mirada y vio parpadear las estrellas entre las copas oscuras de los abetos. Una sombra cruzó el sendero y la luz se reflejó fugazmente en unos ojos verdosos.
Cementerio de animales - Stephen King
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