domingo, 25 de septiembre de 2011

Presentación de "Borra"

Estais invitados a la presentación de la novela gráfica "Borra"
a cargo de Hernán Migoya (Escritor), J.M. Berenguer (Editor), 
LuisD (Autor) y Javier Mateos (Personaje).
El 29 de septiembre, jueves, a las 19:30 en la Librería Pictográfics.
(C/ Bertrellans, 5. Barcelona)

¡Que lo sepais!

LuisD




08002 Barcelona

martes, 6 de septiembre de 2011

Escalones

-Escalones. Están tallados en la roca. Hay cuarenta y dos o cuarenta y cuatro, no recuerdo exactamente. Tú sígueme. Cuando lleguemos arriba ya no habrá que andar más. 


Stephen King - cementerio de animales


Dentro (2)

Cuando cruzó el umbral, sintió que una fuerza inanimada -algo parecido a una mano muerta- intentaba empujarle hacia fuera. Jack se resistió y uno o dos segundos después cesó la sensación de ser repelido. 
La habitación no era muy oscura, pero las ventanas enjabonadas le daban una blancura uniforme que desagradó a Jack. Se sentía inmerso en una niebla densa, como ciego. Flotaban amarillentos olores de putrefacción entre las paredes, cuyo yeso se convertía lentamente en un caldo nauseabundo: los olores de una vejez hueca y una oscuridad acre. Pero aquí había algo más y Jack lo conocía y temía. 
Porque este lugar no estaba vacío. 
Ignoraba qué clase de cosas podían ocultarse aquí, pero sabía que Sloat nunca se había atrevido a entrar y adivinaba que nadie se atrevería a hacerlo. El aire que respiraba era denso y desagradable, como impregnado de un veneno lento. Tuvo la sensación de que los desconocidos niveles, pasillos laberínticos, habitaciones secretas y pasajes sin salida le oprimían como las paredes de una cripta grande y compleja. Aquí reinaba la locura, campeaba la muerte y disparataba la irracionalidad. Tal vez Jack no hubiera tenido palabras para expresar estas cosas, pero las sentía... y las conocía por lo que eran. Y sabía igualmente que todos los Talismanes del cosmos no podían protegerle de ellas. Había entrado en un extraño ritual danzante cuya conclusión -lo presentíano estaba en absoluto predeterminada. 
Sólo podía contar con sus propias fuerzas. Algo le hizo cosquillas en el cogote. Se lo tocó y dio un salto hacia un lado. Richard gimió en voz alta en sus brazos. 
Era una araña grande y negra que colgaba de un hilo. Jack miró hacia arriba y vio la telaraña en uno de los ventiladores parados del techo, enredada y sucia entre las aspas de madera dura. El cuerpo de la araña estaba hinchado. Jack podía verle los ojos; no recordaba haber visto jamás los ojos de una araña. Empezó a alejarse de ella, avanzando hacia las mesas, y la araña giró en el extremo del hilo, siguiéndole. 
-¡Maldito ladrón! -le chilló de repente. 
Jack gritó y apretó a Richard contra su pecho con una fuerza llena de pánico. Su grito resonó en el alto techo del comedor. En algún rincón de las sombras sonó un ruido hueco y metálico y algo rió. 
-¡Maldito ladrón, maldito LADRÓN! -repitió la araña y se escabulló de improviso hacia su tela, bajo el techo de chapa ondulada. 


Casa negra - Stephen King y Peter Straub

Dentro

Purpúrea caía la luz, en lentas oleadas, sobre el suelo y las paredes de la estancia. Era una habitación de seis esquinas, parecida a una gran celdilla de abeja. En una pared sí y otra no había puertas, y las tres paredes intermedias estaban cubiertas de extrañas pinturas. Eran paisajes quiméricos y criaturas que parecían medio plantas y medio animales. Por una de las puertas había entrado Bastián y las otras dos quedaba a su derecha y su izquierda. La forma de todas las puertasera idéntica, pero la de la izquierda era negra y la de la derecha blanca. 
En la estancia contigua la luz era amarillenta . Las paredes mostraban la misma disposición. Las pinturas representaban toda clase de utensilios que Bastian no lograba identificar. 
¿Eran herramientas o armas? Las dos puertas que, a izquierda y derecha, conducían más allá, tenían el mismo color; eran amarillas, pero la de la izquierda era alta y estrecha y la de la derecha, en cambio. baja y ancha. Bastián atravesó la de la izquierda. 
La estancia en que penetró era, como las dos anteriores, hexagonal. Pero tenía una luz azulada. Las pinturas de las paredes mostraban adornos retorcidos o caracteres de algún alfabeto extraño. Aquí las dos puertas eran de la misma forma pero de distinto material: una de madera y otra metálica. Bastián se decidió por la de madera. 
Es imposible describir todas las puertas y estancias que atravesó Bastián vagabundeando por el Templo de las Mil Puertas. Había portones que parccian grandes agujeros de cerradura y otros que semejaban la entrada del infierno: había puertas doradas y oxidadas, acolchadas y claveteadas, delgadas como el papel y gruesas como puertas de caja de caudales. 
Había una que parecía la boca de un gigante y otra que se abría como un puente levadizo, una que asemejaba una gran oreja y otra hecha de pan de especias. Una que tenía la forma de una puerta de horno y otra que había que desabrochar. A veces, las dos puertas de salida de una habitación tenían algo en común -forma, material, tamaño o color-, pero había siempre alguna cosa que las diferenciaba esencialmente. 


La historia interminable - Michael Ende

Dentro






Ruinas

Jen estaba acercándose hacia un pórtico derribado. Se sentía fascinado por las ruinas, que ahora vio pertenecían a más de una casa. A través de la puerta aparecieron otras paredes y otros patios. El trabajo en la piedra era bonito, con restos de relieves evidentes en algunos lugares. Los suelos, allí donde no estaban cubiertos por las ruinas de los techos hundidos, se veían hechos de mosaicos. 
Todo lo que len contemplaba le encantaba, en sus proporciones y en su ejecución primorosa, en su apurado gusto de adorno. Aunque arruinados, los edificios poseían todavía una dignidad, un porte noble. Recorrió un pasillo, y otro después, en ángulo recto. Las puertas daban a unas pequeñas habitaciones que no conservaban ninguna huella de su mobiliario. Los techos, al parecer, habían sido de paja, o por lo menos cubiertos con alguna materia vegetal; quizá ramas, a juzgar por los restos de leña seca y las hojas marchitas que cubrían el suelo. Allí donde quedaban restos de techo, todo lo que había eran unas viguetas, abiertas al cielo. 


Cristal oscuro

Fuera



El abuelo

lunes, 5 de septiembre de 2011

La entrada

-Escucha. señor -dijo en voz baja Graógraman-: hay en Fantasia un lugar que conduce a todas partes y al que puede llegarse desde todas. Ese lugar se llama el Templo de las Mil Puertas. Nadie lo ha visto nunca por fuera, porque no tiene exterior. Su interior sin embargo, está formado por un laberinto de puertas. El que quiera conocerlo, tiene que atreverse a entrar. 
-¿Cómo es posible, si uno no puede acercarse por fuera? 
-Cada puerta -prosiguió el león-, cada puerta de Fantasia entera, hasta una puerta completamente corriente de establo o de cocina, incluso la puerta de un armario, puede ser, en un momento determinado, la puerta de entrada al Templo de las Mil Puertas. Si el momento pasa, la puerta vuelve a ser lo que era. Por eso nadie puede entrar una segunda vez por la misma puerta. Y ninguna de las mil puertas conduce otra vez al lugar de dónde se vino. No hay vuelta atrás. 
-Pero. cuando se está dentro. ¿se puede salir otra vez a alguna parte? 
-Sí -respondió el león-, pero no es tan fácil como en las casas corrientes. Porque a través del laberinto de las mil puertas sólo puede guiarte un deseo auténtico. Quien no lo tiene ha de vagar por el laberinto hasta que sabe lo que desea. Y a veces hace falta mucho tiempo para eso. 
-¿Y cómo se puede encontrar la puerta de entrada? 
-Hay que desearlo. 
Bastián meditó largo tiempo y dijo luego: 
-Es extraño que no se pueda desear simplemente lo que se quiere. ¿De dónde vienen realmente los deseos? ¿Y qué es eso, un deseo? 
Graógraman miró al muchacho con los ojos muy abiertos, pero no respondió.


La historia interminable - Michael Ende

El camino

Siguieron andando. El sendero continuaba, en efecto. En algunos tramos parecía muy ancho. aunque, a aquella luz movediza no se distinguía claramente; era más bien una sensación de espacio, la sensación de que los árboles retrocedían. Una o dos veces, Louis levantó la mirada y vio parpadear las estrellas entre las copas oscuras de los abetos. Una sombra cruzó el sendero y la luz se reflejó fugazmente en unos ojos verdosos. 


Cementerio de animales - Stephen King

La entrada