Jen estaba acercándose hacia un pórtico derribado. Se sentía fascinado por las ruinas, que ahora vio pertenecían a más de una casa. A través de la puerta aparecieron otras paredes y otros patios. El trabajo en la piedra era bonito, con restos de relieves evidentes en algunos lugares. Los suelos, allí donde no estaban cubiertos por las ruinas de los techos hundidos, se veían hechos de mosaicos.
Todo lo que len contemplaba le encantaba, en sus proporciones y en su ejecución primorosa, en su apurado gusto de adorno. Aunque arruinados, los edificios poseían todavía una dignidad, un porte noble. Recorrió un pasillo, y otro después, en ángulo recto. Las puertas daban a unas pequeñas habitaciones que no conservaban ninguna huella de su mobiliario. Los techos, al parecer, habían sido de paja, o por lo menos cubiertos con alguna materia vegetal; quizá ramas, a juzgar por los restos de leña seca y las hojas marchitas que cubrían el suelo. Allí donde quedaban restos de techo, todo lo que había eran unas viguetas, abiertas al cielo.
Cristal oscuro
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